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LA ESTRATEGIA DEL MIEDO.

José Hernández Castillo


El miedo es la estrategia de persuasión más antigua y más utilizada en las campañas y en la política en general. Consiste en convencer mediante la amenaza de que algo malo ocurrirá si no se elige a determinado candidato o si se opta por el opositor: En el mismo sentido se usa para forzar otras decisiones políticas. La estrategia trata de capitalizar el miedo al cambio que parece ser común al ser humano y la incertidumbre acerca del futuro desconocido.

El miedo es frecuentemente usado por el candidato o partido que se encuentra en el poder para enfrentar a sus opositores, a quienes acusa de que traerán la ruina por sus propuestas descabelladas, que no serán capaces de gobernar por su inexperiencia, y de que sólo ofrecen sueños y no realidades; o bien, de que la falta de continuidad de lo realizado acarreará una catástrofe y hará que se pierda todo lo que se había ganado hasta ese momento.

Al principiar el proceso electoral 2006 para la renovación de los poderes federales ejecutivo y legislativo, el presidente Fox emprendió una vigorosa campaña propagandística en la que se exageraban los logros de su gobierno y se exhortaba implícitamente a volver a votar por el PAN con la frase “si seguimos por este camino”, “todos tus hijos tendrán casa propia”, por ejemplo, dando a entender que eso ganado podría perderse si se votaba por otro partido. Paralelemente, otros representantes del poder económico, advirtieron que de ganar el "populismo" (Andrés Manuel López Obrador) los mercados internacionales se alejarían del país, causando su ruina. Ya en plena campaña presidencial, Calderón del PAN y Madrazo del PRI, concertadamente, trataron de infundir miedo a la gente ante el virtual triunfo de AMLO, y Calderón en un spot televisivo lo declaró "un peligro para México"

Es una técnica de propaganda en la cual las emociones de los miembros de la audiencia escogida como blanco, se estimulan para generar ansiedad e incertidumbre acerca de su circunstancia o para hacerles creer que no seguir una determinada conducta les provocará alguna clase de perjuicio para ellos o para quienes ellos aprecian.

Es una mentira de tal magnitud y audacia que por fuerza ha de tener un efecto en la opinión pública aun si la mayoría no la cree. Consiste en una mentira inicial de la cual se deriva todo un sistema de verdades que son meras extensiones de la no verdad inicial, todas las cuales se repiten constantemente de diferentes maneras y por distintos canales, de modo que lleguen a formar en la masa un reflejo no pensado. Es una técnica de propaganda atribuida a Hitler y expuesta en su libro "Mi Lucha", en el cual señala que el tamaño de la mentira es un factor definitivo para que sea creída por mentes primitivas y sencillas capaces de inventar mentiras pequeñas, pero que se avergonzarían de decir grandes mentiras, de modo que las grandes masas serán más fácilmente víctimas de una gran mentira que de una pequeña.

En las campañas, las promesas exageradas y obviamente incumplibles, o el anuncio de grandes males que vendrán si gana o pierde determinado candidato, así como la campaña negativa y obviamente la guerra sucia, siguen la lógica de las grandes mentiras.

Durante la elección presidencial de 2006, el presidente Fox ha usado más de 9,000 minutos en la televisión y 42,000 en la radio para propagar sus programas sociales e influir indirectamente en las preferencias electorales..

Así, la propaganda es un arma que se esgrime en cualquier lucha por el poder: en las guerras para vencer la resistencia del enemigo y en la política para crear o minar la legitimidad de los gobernantes, o dirimir quien asumirá el poder, como en las elecciones.

Hoy en las campañas, la propaganda es el medio de hacer llegar al electorado el mensaje de un candidato en la forma más persuasiva posible, así como evitar que sean los opositores quienes construyan negativamente su imagen. Sólo se trata de provocar su voto, no de convertir a los electores a una ideología, ni de incorporarlos a un partido, aunque en la siguiente elección quizás voten por su opositor.

En México, hoy los partidos políticos confían más su victoria a la propaganda que a sus ideologías, programas y candidatos, por eso, a pesar de la pobreza imperante, no dudan en emplear y despilfarrar cuantiosos recursos públicos y privados, legales y de oscuro origen, en costosos spots televisivos y toda clase de propaganda que saturan al elector desinformado y que aunque no son eficaces para estimular la votación y vigorizar nuestra democracia, si consiguen los votos suficientes para obtener una exigua mayoría relativa que les dé el triunfo. Lo que parece importarles es ganar a cualquier costo y la manera más obvia de asegurar la victoria es la propaganda apabullante.


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